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Si quieres aprender un poco más de dónde salió este newsletter y un preview del laberinto que es mi mente (gracias, primero que todo 🥲), sigue leyendo. :)
Una #girlboss en recuperación
Durante mis veintes, gran parte de mi personalidad, o la versión que quería mostrarle al mundo, era la de una #girlboss. Al fin y al cabo, eran los 2010s y la sociedad, colectivamente, había dejado de villanizar el término feminismo en nombre del capitalismo. Pero eso es un tema para otro día.
Volviendo a los 2010s, tuve un blog por esa misma época y, como todo en tus veintes es un juego de autodescubrimiento, lo llamé ambinity; una combinación de dos palabras que decidí que me identificaban en aquel momento: ambition y vanity. Antes de que el término influencer fuera lo que conocemos hoy, en mi blog hacía oversharing de la vida, mi pasión por el mundo de la belleza y, por supuesto, mis ambiciones. Entre mis recomendaciones de maquillajes, carteras y decoraciones para mi cuarto —en la casa donde me crié, que mi mamá pagaba, pero que mostraba como si fuera el apartamento más lujoso de San Juan—, compartía entrevistas a personas exitosas en Puerto Rico.
Y todo lo publicaba en inglés. Pensaba en español, entrevistaba en español, pero traducía al inglés. “Porque era el lenguaje de los negocios”, decía, y mi ambición para ambinity era convertirlo en un Refinery29 para las latinas. Y no, no voy a reírme de mi ingenuidad. Gran parte de esa inocencia me ayudó a seguir mi curiosidad, a cometer errores importantes y a descubrir muchas cosas sobre mi personalidad que jamás hubiera visto si no me hubiera atrevido a lanzarme en un proyecto tan expuesto.
Una de esas cosas que descubrí fue lo mucho que me gustaba entrevistar. Convencida de que era por pura admiración y sobretodo, aspiración. Pero la realidad era mucho menos complicada: entrevistaba porque me gustaba ver el lado humano del éxito. Las personas que más disfruté entrevistar eran las que brillaban al hablar de sus pasiones. Y sus pasiones nunca eran ambiciones. Eran arte.
Con el paso de los años, el término influencer fue tomando más forma, las redes sociales fueron canibalizando los blogs y, para seguir adelante, tenía que ser más agresiva en Instagram y hacer un color-coordinated feed que siempre me pareció una pérdida de tiempo y energía. Nada de esto fluyó naturalmente, y era contraproducente para la ansiedad que sentía al no tener claro aún quién era yo en este mundo. Ya no escribía ni entrevistaba por pasión, sino que “creaba contenido” para competir con el algoritmo.
Siempre dudé de mí, y aunque pensaba que era porque no era lo suficientemente buena en lo que hacía, ahora entiendo que era miedo a ser auténticamente yo. Lo que miraba como aspiración siempre fue un filtro que romantizaba la vida que pensaba que quería, y donde usaba el inglés como una máscara para esconder mi verdadera voz.
Ahora sé que las docenas de diarios que guardo y todas las palabras que he publicado en internet, son prueba de que todo lo que he querido hacer por gran parte de mi vida es sentarme a jugar con las palabras, ya sea para mí o para otros.
Ahora, en mis 30s, reflexiono sobre la última década.
En la era del girlboss, mi marca personal eran la ambición y la vanidad. Pero estos dos conceptos se pusieron a prueba durante uno de los momentos más difíciles para mi país: el huracán María. Viví un desastre natural, me casé, me mudé y, finalmente, dejé Puerto Rico. Todo esto ocurrió antes de entrar en mi "regreso de Saturno", que coincidió con la pandemia. ¡Buenos tiempos aquellos!
A lo largo de los últimos años, he creado varios proyectos: un podcast, e incluso un blog esotérico. Pero, eventualmente, dejé de escribir. Sin embargo, seguí creando: creando una vida y aprendiendo mi nueva labor como madre. Y no me arrepiento.
Lo más irónico de toda esta historia es que nunca me he sentido cómoda llamándome una “persona creativa”.
Pero, después de superar tantos desafíos, de crear una vida, de comenzar desde cero y salir adelante, me doy cuenta de que tal vez no me estaba dando suficiente crédito.
Hoy, lo único que quiero es escribir. Quiero conectar con quienes encuentren valor en mis palabras y, sobre todo, mostrarle a mi hija la importancia de vivir en armonía con uno mismo y con el mundo. Quizás, sin darme cuenta, estoy reconociendo que siempre he sido creativa entre líneas.
¿Mi nueva marca personal?
Como alguien con más de una década de experiencia en publicidad, relaciones públicas y todas sus áreas grises (incluyendo cinco años publicando un blog), puedo decirte unas cuantas cosas necesarias para construir una marca personal: 1) ser consistente, 2) editar, y 3) usar muchos filtros para siempre mostrar la mejor versión de ti.
Yo, en cambio, estoy en constante evolución, cometiendo errores y descubriendo nuevas maneras de vivir la vida, mientras comparto todo en este nuevo rincón del internet. También te puedo asegurar que aquí se edita, pero no hay filtros.
Entonces, ¿qué encontrarás en Vanidades y otros laberintos mentales?
En Vanidades y otros laberintos mentales encontrarás un ritmo más liviano a una vida ajetreada, donde nos aferramos a la nostalgia de escribir. Donde a veces compartimos lo bonito (vanidades) y romantizamos/nos desahogamos sobre lo no tan lindo (laberintos mentales). Eso sí, siempre con un mucho amor, Spanglish y extra sazón puertorriqueño.
Enjoy!
Si alguna de mis palabras resuena contigo, déjame un comentario o comparte este espacio con alguien que necesite un respiro entre las vanidades y los laberintos de la vida.
Con amor,
María Elena Rodríguez