En noviembre del año pasado escribí lo siguiente y no lo había querido publicar hasta ahora:
He pasado los últimos dos años y medios, balanceando mi working life con mi mom life con mi vida como esposa, hermana, hija y amiga. Es increíble como ahora me toca un lay off y me doy cuenta de todo lo que me estaba perdiendo por querer girlboss too close to the sun.
Me levanto en la mañana gracias a las patadas de mi hija, y con su boquita apestosa puedo escuchar el “mamá ya salió el sol, quiero pancakes”. Voy al baño, me lavo la cara y los dientes y mientras ella hace lo mismo, vuelvo a sentir algo que no sentía hace años: paz. ¿Cómo es posible que no sé qué carajo voy a hacer con mi vida y aún así siento una paz increíble por no tener que conectarme a una computadora para intercambiar mi sanidad por un salario?
Primera semana de desempleo y he pasado por varios altos y bajos. Entre sentirme en shock pero renovada. Molesta, pero feliz porque ya no estoy en un lugar que no me apreciaban y sentirme que no sé qué carajo voy a hacer con mi vida, siento un aire de esperanza que nunca había sentido en mi vida. Es un sentimiento que llevo tratando de quitarme de encima por una década.
Soy una pro en nuevos comienzos. Me encantan. Ya sean por decisión propia o por obligación, soy experta en reorganizar mi vida y darle un nuevo rumbo. Y esta vez, el Universo me regaló otro nuevo comienzo para reencontrarme con una versión de mí que extrañaba muchísimo.
Hace poco, almorzando en paz con mi esposo, un lujo que antes subestimaba, me escuché decir: “Me gusta quién soy.” Y me lo creí.
Me tomó 34 años, terapia, SSRIs, lágrimas, romper ciclos, mudanzas, amistades que terminaron, perder el trabajo… pero llegué. Hoy me quito el sombrero de humildad y me celebro. Porque he manejado este reto con una fuerza que ni yo sabía que tenía.

He aprendido a tener los pies en la tierra, pero estos meses me enseñaron a anclarlos a profundidades inimaginables. Aunque a veces se me olvide, sé que la vida es un sube y baja. Y hoy, en plena bajada, tengo la certeza de que el sube viene en camino. No solo porque me lo merezco, sino porque trabajo todos los días para construirlo.
Aunque pataleo, yo no me dejo derrotar.
Este tiempo me quitó los rose-colored glasses de una verdad que ya intuía: estaba ganando el dinero que mi mente colonizada jamás soñó tener, pero me estaba perdiendo a mí. En el hamster wheel corporativo, donde la vocecita del universo me gritaba: “aquí no es, aquí no es, aquí NO es.” Pero yo seguía.
¿Y qué pasa cuando ignoras lo obvio? Te enfermas. Así que me mediqué para seguir, hasta que el layoff llegó como la bendición que me sacó del lugar al que nunca pertenecí.
Trabajar en algo que no te apasiona es como tener una espina en el pie: la ignoras, pero te duele con cada paso. Y aunque tenía el salario que había manifestado, todo lo que hacía era comprar para llenar un vacío que no se llena con cosas.
Hoy entro a una tienda y ya no siento esa necesidad insaciable de comprar por comprar. Porque volví a lo esencial: techo, agua, comida, amor. Y ¿cómo es posible que eso se sienta tan bien?
Ahora, aunque aún no sé dónde terminaré en mi carrera, estoy más clara que nunca del camino. Me muevo desde mis pasiones, me conecto desde lo genuino. Y aunque el juego de las entrevistas todavía me parece cringe, lo vivo distinto: ya no busco producir por producir. Busco contribuir.
Con amor,
María Elena
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Excelente
Gracias por compartir tu experiencia en este texto, me edifica para avanzar por un nuevo camino y reencontrarme.